sábado, 13 de agosto de 2011


Kadish por un zapato roto
Antonio Requeni


Entre los testimonios del Museo del Holocausto,
en Jerusalén,puede verse un pequeño zapato
-recogido en un campo deconcentración-
que debió pertenecer a un niño de 6 ó 7 años.


Desde este lado te contemplo.
En tu inocencia, pequeñito náufrago,
el horror y la muerte me hacen señas.

¿Quién te calzó? ¿Dónde, tu hermano roto?
Todavía en las grietas de tu cuero
las costras del escarnio, las partículas
del humo y el hollín del crematorio.

Fuiste un niño, dabas leves pasos
por la vida quizás hayas pisado
la blandura del césped en los parques,
la rayuela que lleva al Paraíso.

Hasta que un día sostuviste
el temblor de unas piernas esmirriadas,
las de aquel niño frente al ojo oscuro
de un arma y el aullido del soldado.

Luego el vagón, el hambre, los hedores,
las ropas con el número y la estrella,
la servidumbre menos oprobiosa
que la desamparada soledad
con los piojos por únicos parientes.

Ahora estás allí, breve memoria
de una atroz pesadilla. Te contemplo
lejos del tiempo y de las lágrimas,
en tu inocencia, náufrago.

Y quisiera ponerme de rodillas
y pedirte perdón por estar vivo,
porque en unos instantes saldré al mundo
del sol y de los árboles, y acaso
encuentre a un niño en mi camino,
un niño rubio y sonriente,
con los zapatos nuevos.






El Vaso de agua
Antonio Requeni


Cuando me acuesto, desde que era niño,
pongo a mi lado un vaso de agua.
Al apagar la luz, si lo contemplo
brillar en la penumbra, me imagino
que el agua es otro nombre de mi madre
y estoy seguro de que, ya dormido,
alumbrará el acuario de mis sueños.

Sombra, misterio, música nocturna
que bebo a los lentos sorbos o me bebe.
¿Eres tú quien me sueña en ese extraño
país donde algún día nos veremos?
¿Dormir es un ensayo de la muerte?
Por las mañana, cuando me recuerdo,
muchas veces el vaso está vacío.

Y vuelvo, desganado, a la rutina
de calles y de rostros, mientras llega
la oscuridad, el rito silencioso
de llenar nuevamente el vaso de agua
para ponerlo al lado de mis sueños
y saber que allí estás, que me proteges,
que hay algo puro en medio de la noche.



Yo fui Poeta
Antonio Requeni


Yo fui poeta, yo fui joven.
En mi pecho, hoy vacío, resonaron
los latidos del cosmos, la alegría
de vivir o morir por las palabras.

Recuerdo que una noche, de rodillas,
vi brotar de la tierra un manantial
y oí, extasiado, su secreta música.

El agua es forma de eternidad
y levantarla es detener el tiempo.
Otra vez ante mí se abrió la ofrenda
de un cuerpo tembloroso.

Susurrabadulcemente mi nombre. Era verano.
Y amé con el amor de los amantes.
Aromas de azahar. Lentos ocasos.
Certeza de vivir en el prodigio.

Las palabras crecían, asombradas,
en un jardín borrado por las lluvias.
En mi pecho, hoy vacío, se alojaron
vida, milagro amor, eternidad.
Yo era poeta, yo era joven.




Geriátrico
Antonio Requeni


Todo está en orden:
las paredes asépticas,
el puntual almanaque,
los exactos latidos del reloj.

Una mujer de blanco les sonríe
mientras ellos deambulan
entre escarchadas toses y jadeos
o miran desfilar mundos extraños
en la pantalla del televisor.

Uno hace un solitario con los naipes.
Otro, con un pañuelo, frota el vidrio
de sus anteojos, lento, ensimismado.

Alguno se dirige
hacia la habitación en donde, a oscuras,
da de comer a sus recuerdos.
Toman el té a las cuatro.
La cena a las siete.

A las ocho se acuestan.
Ella siempre está allí, los acompaña.
A veces les da un beso,
una caricia helada, maternal,
y ellos se quedan
quietos, dormidos como niños.




Los intrusos
Antonio Requeni


Otros recorren tus habitaciones.
Voces nuevas dispersan las cenizas
de lo que ya no existe:
el íntimo jardín, la áspera higuera,
en el cristal los flecos de la lluvia.

Julio Verne y Salgari se habrán ido
del viejo altillo de los trastos
y el reloj familiar dará las horas
quién sabe hasta qué mundos
ateridos de escándalos y muertes.

Eras espacio y tiempo. Eras la casa.
Los muebles, los retratos, los espejos,
y una canción que aún sigue perfumando
los latidos nocturnos de mi sangre.

Otros vienen y van por tus baldosas;
otros pies, otras manos, otros ojos
donde los míos siguen habitándote.

Fuiste la casa de mi infancia.
No serás nunca de ellos, los intrusos.
No aflojarán tus patios sino el eco
de mi rencor y mi melancolía.




Otono
Antonio Requeni


Poco a poco mi cuerpo
se va cubriendo de hojas amarillas,
de peces o de párpados que tiemblan.

Llega el viento y sacude la memoria
arrancando palabras, viejos nombres,
harapos desteñidos por la lluvia.

Indiferente al cuchicheo
del follaje herrumbroso,
viene un pájaro y canta un nuevo canto.

Algo en mí está crujiendo.
Estoy de pie pero mis ojos se arrodillan.

Tenue rescoldo del atardecer.
Desde mi piel tatuada de inscripciones
el otoño deriva hacia otros árboles.



Oscuro Fuego
Antonio Requeni


¿Quién necesita que yo escriba?
Sin embargo es hermoso
vivir por la belleza, aproximarse
al fuego oscuro en el que arde
la fiesta y el misterio de la vida.

Aunque a nadie le importe.
Brilla en la noche el verso
bello y desamparado
como un cuerpo desnudo.



jueves, 14 de julio de 2011

IV
Anacreontes


¿Para qué me enseñas las leyes
y argumentos de los retóricos ?
¿Qué tengo yo que ver con semejantes
discursos que de nada me sirven ?
Mejor enséñame a beber el suave licor.

Mejor enséñame a divertirme
con la adorada Afrodita
¡Por los dioses! ¡Déjame beber!
¡Beber sin interrupción! Quiero enloquecer.

¡Toma tú las armas, yo bebo...!
Muchacho tráeme la copa.
Si he de yacer por tierra,
es mejor que sea embriagado que no muerto
Trae agua, trae vino.

¡Oh, muchacho, tráeme guirnaldas.
¡Que sea pronto, que estoy
luchando ya contra Eros
Alzo el vuelo al Olimpo
con unas alas tenues.,

Eros tiene la culpa:
pues mi chico no quiere
pasar su tiempo a mi vera
Ten por seguro que a ti muy bien
yo podría echarte el freno,
y con las riendas en la mano
dar vuelta a las lindes del estadio.

Pero ahora paces en los prados
y juegas con ágiles cabriolas,
porque ni tienes un jinete
experto en yeguas.



III
Anacreontes


Canosas ya tengo las sienes
y blanquecina la cabeza,
pasó ya la graciosa juventud,
y tengo los dientes viejos;
del dulce vivir el tiempo
que me queda ya no es mucho.

Por eso sollozo a menudo,
estoy temeroso del Tártaro.

Pues es espantoso el abismo del Hades,
y amargo el abismo de bajada.

Seguro además
que el que ha descendido no vuelve
Potrilla tracia, ¿por qué me miras
de reojo, y sin piedad me huyes,
y piensas que no sé nada sabio?

Ten por seguro que a ti muy bien
yo podría echarte el freno,
y con las riendas en la mano
dar vuelta a las lindes del estadio.

Pero ahora paces en los prados
y juegas con ágiles cabriolas,
porque ni tienes un jinete
experto en yeguas.

De nuevo amo y no amo
y deliro y no deliro.



II
Anacreontes


Arrojándome de nuevo su pelota de púrpura
Eros de cabellera dorada
me invita a compartir el juego
con la muchacha de sandalias multicolores.

Pero ella, que es de la bien trazada Lesbos,
mi cabellera, por ser blanca, desprecia,
y mira, embobada, hacia alguna otra
Oh, muchacho,
que tienes una mirada virgen,
te estoy buscando
y tu no me haces caso.

Y es que no eres consciente
de que eres al auriga de mi alma
De Clébulo estoy enamorado,
por Clébulo enloquezco,
a Clébulo mis ojos lo persiguen
Oh Soberano, compañero de juegos
de Eros seductor y de las Ninfas
de párpados azules y de la purpúrea Afrodita,
tu que reconoces
las elevadas cumbres de los montes.

A ti te imploro, y tú benévolo acúdenos
a escuchar nuestro ruego agraciado.

Sé tú de Clebulo un buen consejero,
y que acepte, Oh Dionisio, mi amor
Arrojándome de nuevo
desde la roca de Léucade
me sumerjo en la mar canosa,
ebrio de amor.



II
Anacreontes


De la dulce vida, me queda poca cosa;
esto me hace llorar a menudo porque temo al Tártaro;
bajar hasta los abismos del Hades,
es sobrecogedor y doloroso,
aparte de que indefectiblemente
ya no vuelve a subir quien allí desciende.

Fragmentos de texto de Anacreonte
Dame la lira de Homero,
pero sin cuerdas teñidas de sangre;
traedme las copas,
sobre las cuales reine la ley del festín;
traédmelas, mezclaré en ellas el vino,
siguiendo las reglas consagradas;
quiero embriagarme, bailar y tontear un rato:
quiero entonar el canto báquico
sobre la lira con mi voz mas fuerte.

Dadme la lira de Homero,
pero sin sus cuerdas manchadas de sangre
Los caballos llevan en sus costados
una marca impresa a fuego.

Los partos son fáciles de reconocer
por su tiara.
Yo por mi parte,
se descubrir enseguida a los amantes.
Llevan, en el fondo del alma,
una marca muy leve.

Vamos, tráenos, muchacho, la copa
que de un trago la apuro.
Échale diez cazos de agua y cinco de vino,
para que sin excesos otra vez
celebre la fiesta de Dionisio.

Ea, otra vez,
no sigamos de este modo,
entre estrépitos y gritos
bebiendo como los escitas,
sino entre bellos cantos
bebiendo con moderación.



I
Anacreontes


¿A qué me instruyes en las reglas de la retórica?
Al fin y al cabo, ¿a qué tantos discursos
que en nada me aprovechan?

Será mejor que enseñes a saborear
el néctar de Dionisios
y a hacer que la más bella de las diosas
aun me haga digno de sus encantos.

La nieve ha hecho en mi cabeza su corona;
muchacho, dame agua y vino 
que el alma me adormezcan
pues el tiempo que me queda por vivir
es breve, demasiado breve.

Pronto me habrás de enterrar
y los muertos no beben, 
no aman, no desean.



miércoles, 13 de julio de 2011

Circulo de la Obscuridad
Pita Amor


I


Una oscura sombra alada
al nacer, nació conmigo;
era un fantasma enemigo
que al misterio me ligaba.

Tanto a mi alma atormentaba,
que la llevó a la locura.
Vi el infierno y su tortura,
toqué el fondo del abismo,
mas conocí el espejismo
de gozarme en la amargura.



II


Todo en mi noche es negrura:
cuando hay luna, es tenebrosa;
brilla con luz angustiosa,
mas la oscuridad perdura;
y si la estrella fulgura,
su resplandor es de muerte.

Mi noche en la luz se vierte
y termina con la aurora.
Ya el día no existe ahora:
redonda noche es mi suerte.



III


Hay un eco de mi aullido,
que noche a noche me busca,
y torna mi sombra brusca,
cual espectro aborrecido.

Que todo mi contenido
en la oscuridad resalta,
pues cuando la luz me falta
entro a un mundo de locura,
pierdo voz, pierdo figura,
sólo mi esencia se exalta.



IV


A tientas ando el camino,
y por ello me acongojo,
pues a lo oscuro me arrojo
sin encontrar mi destino.

Y del negro torbellino
el turbio enigma no entiendo
¿es que ciega estoy viviendo?
¿o es que la luz no ha existido?
Será mejor que el olvido
me enseñe a vivir no viendo.



V


Me están doliendo las sienes
de tanto mirar al cielo,
pues hoy su azul es de duelo
y no me presagia bienes.

Dime, aire, ¿por qué contienes
en tu claridad las nieblas?
¿por qué de visiones pueblas
esa luz que yo veía?
-Es que atrás de ella temía
definitivas tinieblas.



VI


De la negrura más honda
ya mi alma se está formando.
La luz se va proyectando
en la tiniebla que ronda.

Oscuridad tan redonda
ha de llegar a moverse.

Las sombras al extenderse
fulgor transparentarán,
Y con su gris humo harán
mi noche desvanecerse.



VII


Noche sin despertar en que me hundiera
un tenebroso sueño que, obstinado,
a mi triste dormir ha sentenciado
a humeante gris que terminar espera.

Sin calor ni matiz, mi pobre esfera
a la esfera del mundo ha contemplado;
su eterna pequeñez ha equilibrado
al presentir la inmensidad de afuera.

Padece mi alma en redondez terrible:
tiene lo suyo y, además, lo adverso.
Lo mínimo a lo grande hace accesible;

resignación vuelve el camino terso,
y ya al fin se juntó lo incompatible:
Mi nada... y el total del universo.


Circulo de la Nada
Pita Amor


I

Yo nací al nivel del suelo,
pero me estaba elevando.
Mi ser se fue sublimando
y quiso aferrarse al cielo.

Mas tuve angustioso duelo
cuando supe que, subiendo,
al paso que iba ascendiendo,
un triste hueco dejaba,
y una visión se forjaba:
no subo... ¡me estoy hundiendo!



II


Mi cuerpo, andando el camino,
muy poco lugar recorre.
En cambio, mi alma no corre
y traspasa su destino.

Proceden los dos sin tino;
el uno vuela, y no llega;
inmóvil la otra navega
por regiones que no existen;
mas en su mente persisten,
y al universo se entrega.



III


Es la cúspide más alta
o en el abismo profundo,
en cualquier plano del mundo,
la paz en mi mente falta.

Y es que mi esencia se exalta
a cada golpe de vida:
tiene un ansia desmedida,
quiere encontrar saciedad;
mas duda que sea verdad
esa paz preconcebida.



IV


Toda la inquietud del mundo
vino a juntarse en mi ser,
y así comenzó a crecer
este abismo en que hundo.

Por eso tal vez confundo
toda luz con la negrura;
y una obsesión me tortura,
teniéndome aprisionada,
¿he nacido para nada,
o para alcanzar la altura?



V


En mí siempre el mismo tema:
el de la angustia redonda,
y es que mi razón ahonda
el centro de mi sistema.

Vivo un eterno problema:
a mi ser lo veo perdido,
¿con qué fin habrá nacido,
si tan sólo es una sombra
a la que el vivir asombra
sin encontrarle sentido?



Centrando al Mundo
Pita Amor


I


¿Cómo no he de llorar si tengo ojos
que tienen que mirar y que no miran?

¿Cómo no me he de ahogar si mis pulmones
absorben aire, pero no respiran?

¿Cómo no he de tener perturbaciones,
si mi sangre no cabe en la existencia?

¿Cómo no he de clamar compensaciones,
si en mí todo se adentra con demencia?

¿Cómo no he de desear realizaciones,
si me consumo en ansias desiguales?

¿Por qué no he de saciar yo mis pasiones,
si me arrastra el tumulto de los males?

¿Y cómo, si respiro tentaciones,
va mi pulso a tener ritmos normales?



II


¿Por qué no puedo llorar,
cuando sufrir puedo tanto?
¿Por qué no me brota el llanto,
si no hago más que pensar?
¡Que no puedo soportar
lo que en mi mente se agolpa!

Yo prefiero renunciar
a esta vida que es locura,
que continuar la tortura
de vivir con pensamientos.

No es posible más tormentos,
pues mi cerebro me mata,
y eternidad se dilata
haciéndome, en vida, ver
que pensar es padecer.



III


Muerte y Vida, sois en mí
la misma inquietud doliente,
el mismo trayecto ardiente
que nace donde termina;
una fuerza que domina
en idénticas porciones.

Vida y Muerte, sois pasiones,
un solo círculo hacéis:
si distantes parecéis
engaño es de cercanía.

No hallo en vida lozanía
ni en muerte temo final,
que yo os uno por igual
y en línea curva os realizo,
hasta el instante preciso
que por haberos juntado
sois infinito saciado.



IV


Como la tierra yo soy
de redonda y giratoria.
Girando en mí misma doy
los matices que en el día,
en sucesiva armonía,
terminan para empezar.

Parece mi despertar
claro y sin complicaciones,
y son luego mis pasiones
que, al sol, fuego hacen brotar.

Viene después mi penar,
y tarde y noche se unen
en sombras que se resumen
de nostalgias y ansiedades,
y que uniendo mis verdades,
cual tierra me hacen girar.



V


Cual un espejo, reflejo
la imagen que está delante;
cambia mi faz cada instante,
tiene infinitas reacciones:
todas ellas son ficciones,
espejismos del espejo.

Mi cristal está perplejo;
inmóvil, al mundo abarca.
La nueva visión aparta
el recuerdo de la ida.

Mi vida está convertida
en un reflejo constante
de mi transcurrir cambiante.



VI


Caminaba yo de frente
y mi sombra iba detrás.
Yo pensé que la cubría,
pero mi sombra tenía
la potestad suficiente
de tornarme transparente,
y ocupando mi lugar,
ella se filtró silente,
y yo, su sombra... fui atrás.



VII


Eliminando, sí... eliminando,
he de hallar, por mí misma, la verdad.
Probando todo, pero caminando,
al camino certero he de llegar.


Mi victoria será nunca parar:
tomarlo todo sin anclar en nada,
y a fuerza de dejar, irme saciado.
¡Que la muerte me encuentra exterminada!



VIII


Yo no hablo de la noche
oscura por que no hay sol,
hablo de la noche negra,
eterna porque hay dolor.


No es que me falte valor
de ver mi noche despierta,
es que, velando, estoy muerta
y me enciende este negror.


¿Cómo, si muriendo voy,
tengo este fulgor de llama?
¿Por qué me quema esta flama,
si agonizando ya estoy?


Es que, viviendo, yo doy
la agonía cada día...
Se exalta mi fantasía,
mas la noche me reclama.



IX


La muerte me ha acompañado,
puesto que de ella nací.
Con muerte adentro crecí
y viviendo la he llevado.

En mi ser obsesionado
la muerte fue mi tortura,
porque nací en la amargura
y muriendo he caminado.

Muerte en vida yo he probado,
que se muere cada día:
lo que se cree lozanía
es ya trayecto pasado.

Sólo se dirá colmado
lo que por muerto es un hecho,
que es el camino deshecho
el único realizado.


X


Cada vez que lloré,
con el llanto vertido
a la tierra inundé.

Cuando me sonreí,
con mi risa esparcida
todo el aire invadí.

Si llegué a suspirar,
mis suspiros tornaron
más convulsa la mar.

El día que yo muera
morirá mi figura,
mas la esencia vertida
quedará retenida,
y mi alma victoriosa
vibrará conmovida,
al vibrar cada cosa.



XI


¿Qué es lo que oigo, sin oír?
¿Qué siento yo, sin sentir?
¿Por qué si no hay nada, hay tanto?
No hay rumor y se oye un canto,
canto de voces ahogadas,
por mi soledad fraguadas;
figura de sombra tienen;
no existen y se mantienen,
sombra de sombras aladas
en espirales atadas;
su murmullo suena a llanto,
nada son y dan espanto.
Mas ¿las podré resistir,
latiendo con su latir?



XII


Estoy velando mi muerte
y a pesar de ello, estoy viva.
Aun siento la sangre activa
y ya terminó mi suerte.

¡Ay, vida, yo quiero verte!
A veces dudo que seas:
martirizarme deseas,
desde el momento que siendo,
yo muerta estoy existiendo
sin que mi velar tú veas.



XIII


Todo lo siento penar,
el llanto, la risa, el humo.
Al bien con el mal lo sumo,
¡angustioso encadenar!
Eres, vida, el retornar
engañoso hacia la nada.

Te creen radiante jornada,
y eres abismo insondable.
No eres sueño irrealizable,
eres muerte no soñada.



XIV


¡Qué tremendas las cosas no vividas!
Tienen más alma que las realizadas.
Nunca han sido, ni son, ni serán nada,
y su aspecto de sombra proyectada,
más que si fueran, la intensifica.

Si su fantasma no se justifica,
razón tendrá para querer aislarse:
que el no ser es también un realizarse,
quizá de una manera más rotunda.
Si la sombra se aparta vagabunda,
el abismo tendrá que consumarse.



XV


Centrando al mundo él me está rodeando,
mi vista está esparcida a todas partes:
son mis ojos gigantes sin baluartes,
y eternidad al tiempo van robando.

En frenética lucha, están buscando
ver el final de lo que ya no existe;
su redondo mirar por fin desiste:
tanta soberbia los está cegando.

Mas, misterio que sigue perturbando,
a mis llagados párpados estruja
y a mis ojos cegados los empuja
a seguir la negrura investigando.